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El ecodiseño y la economía circular en la era actual: retos para la salud del planeta

Han pasado diez años desde que el inicio de una fuerte crisis económica y un cambio político en Estados Unidos prometieran una economía más justa y circular (ecológica, en la que viejos materiales se convierten en nutrientes o conforman nuevos productos).

La promesa ecológica apenas se ha materializado en un puñado de estándares y regulaciones, una minoría concienciada que nutre el crecimiento del nicho de productos de menor impacto y el interés por el turismo de conexión con la naturaleza.

Regulación y realidad

El abuso de polímeros de plástico en todo tipo de aplicaciones es la principal muestra contemporánea de la economía actual, heredera de la concepción extractiva de la producción industrial y a merced tanto del dictado de las economías de escala como del fenómeno de la obsolescencia programada.

Si bien regiones comerciales de peso como Norteamérica y Europa cuentan con leyes específicas que exigen el reciclaje de viejos productos electrónicos e informáticos, compañías y gobiernos locales delegan esta labor en subcontratas que optan por exportar los desechos a terceros países sin regulaciones medioambientales.

El viejo producto electrónico que, desde nuestra posición confortable en el mundo desarrollado, creemos haber devuelto con todas las garantías para su destrucción respetuosa con el medio ambiente, acaba despiezado en vertederos descontrolados y a cielo abierto como el de Agbogbloshie, a las afueras de Accra, Ghana, donde los restos de chatarra electrónica que no son recuperados o incinerados acaban en el subsuelo o en cursos de agua y mar.

Como consecuencia, el plástico se acumula en los océanos y la chatarra electrónica deja un reguero de mala praxis y desechos tóxicos: vertederos y empresas de gestión de desechos prefieren externalizar sus obligaciones medioambientales exportando plástico y viejos productos electrónicos y electrodomésticos.

Empiezan a aparecer las excepciones: empresas que se adelantan a regulaciones más estrictas en torno al abuso de materiales con gran impacto medioambiental, como el plástico de un solo uso, prohibiendo su empleo en productos y embalaje. Es el caso de Ikea, que asegura que en 2020 habrá suprimido por completo el empleo de estos productos.

El sentido del diseño circular

En una dimensión más de estrategia empresarial, la economía circular necesita de la definición de modelos para que los fabricantes puedan ser incentivados económicamente para recoger, volver a fabricar y distribuir los productos que hacen. Inicialmente puede ser necesario premiar aquellos productos de menor impacto para que sean competitivos.

Todo esto suena muy bien, pero estamos inmersos en un círculo vicioso en el que se diseñan y fabrican productos que son más baratos de reponer que de reparar. Usar y tirar. La evolución de la tecnología hace que los usuarios no tengamos ninguna motivación para conservar o reparar los aparatos.

En poco tiempo se quedará obsoleto por conectividad, compatibilidad de software y prestaciones. Los productores protegen su negocio diseñando aparatos que son cajas cerradas, en contra de una modularidad que permitiera su actualización.

Los principios de diseño de usar y tirar persiguen ciclos de vida cortos de los productos. También provocan que desaparezcan actividades económicas de reparación y mantenimiento y florezcan otras de distribución tanto de productos nuevos como de residuos.

El resultado, mayor consumo de materias primas, mayor consumo de energía en la fabricación y distribución y mayor cantidad de residuos. Poco sostenible.

La economía circular es, por definición, más eficiente, más sostenible y, por tanto, hará los buenos productos más rentables. ¿Y qué puedes hacer tú para favorecer el cambio de paradigma?

La respuesta es ejercer un consumo responsable:

  • Comprar productos más eficientes en su uso.
  • Comprar productos que generen menos residuos, desde el embalaje al desecho final de su fin de vida útil, pasando por sus consumibles.
  • Elegir marcas con programas de recogida y gestión del producto al final de su vida útil.
  • Consumir productos de cercanía.

En definitiva, el concepto de Economía Circular obliga a pensar de una manera audaz e innovadora  y lleva hasta lo más alto el concepto de Ecodiseño. Es el ECODISEÑO con mayúsculas. Por tanto, la relación entre ambos conceptos es muy estrecha, pudiendo decirse que el primero ha llevado al segundo hasta su máximo desarrollo.