Elinor Ostrom (Los Ángeles 1933), politóloga estadounidense, fue la primera mujer en la historia en recibir el premio Nobel de Economía en 2009 por su “análisis de la gobernanza económica, especialmente de los recursos compartidos”. En todo a un desafío a las políticas económicas neoliberales, que tradicionalmente consideran que el mantenimiento de todo recurso requiere de gestión pública o privada, Ostrom demostró que la gestión comunitaria permite mantener de forma sostenible y a largo plazo los niveles de producción de los recursos.
Su enorme contribución, que arrojó una alternativa real a la gestión de recursos comunes, como lo son las tierras, las zonas de pesca o el agua de los ríos, se plasma en su obra más conocida El Gobierno de los Bienes Comunes (1990). En ella, estudia qué condiciones deben imperar en la gestión comunitaria para que los llamados bienes comunes sean estables y sostenibles.
Las investigaciones de Ostrom revelan que los usuarios de estos recursos desarrollan sofisticados mecanismos de toma de decisiones, así como de resolución de conflictos de intereses, con resultados muy positivos. Uno de los ejemplos que utiliza es el de las instituciones para regular la irrigación del sistema de canales Benacher y Faitanar, en Valencia.
Así, desde la época árabe, siglo XIII, hasta la actualidad, el denominado Tribunal de Aguas se reúne todos los jueves a la puerta de la catedral de Valencia para tomar decisiones inmediatas y solventar los conflictos, según unas reglas y multas prestablecidas. Declarado Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad en 2009, este sistema que gestiona ocho acequias “madres” permite repartir de la forma más democráticamente posible el agua del caudal del Turia, río que fertiliza 17.000 hectáreas.
Los miembros de la comunidad de regantes son los propietarios del agua según la proporción de tierra que poseen. Si venden la tierra, también venden el volumen de agua que poseen que, en todo caso, depende del caudal del río. La comunidad se rige según unas viejas ordenanzas transmitidas oralmente por lo árabes y, más tarde, ratificadas por Felipe V en el siglo XVIII. Estas reglas se vehiculan a través de una serie de Síndicos, representantes de cada comunidad de regantes, y miembros del Tribunal de Aguas, el organismo que debe solucionar las denuncias (hurtos de agua en tiempos de escasez, roturas de canales o muros, turnos de riego….
Otros casos que expone Ostrom es el caso de la aldea de Tórbel, en los Alpes suizos, que con menos de un millar de habitantes gestiona sus bienes comunes, sus tierras, desde 1225 en base a la autogestión y readjudicando los derechos de pastoreo cada 10 años. También en Japón, y entre 1600 y 1867, llegaron a coexistir miles de aldeas comunales que abarcaban 12 millones de hectáreas. Las asambleas autogestionadas creaban reglar claras de gobierno y de gestión.
La Asociación Internacional para el Estudio de los Bienes Comunes, organización creada en 1989, cita que más de 2.500 millones de personas que viven en bosques o zonas áridas del mundo utilizan la gestión comunal de sus bienes diariamente. Así, pesquerías, tierras de cultivo, agua, cuencas, sistemas de irrigación o aprovechamiento forestal son bienes que cumplen funciones no sólo económicas, sino religiosas, culturales o sociales. Dicha Asociación también explica que, en la actualidad, también internet, el conocimiento, los recursos genéticos, la salud pública, entre otros, se manejan como bienes comunes.
En su teoría del procomún, Ostrom cita las condiciones de éxito de las iniciativas:
- Límites claramente definidos y exclusión efectiva de terceras partes no involucradas
- Reglas de uso y disfrute de los recursos comunes adaptadas a las condiciones locales
- Acuerdos colectivos que permitan participar a los usuarios en los procesos de decisión
- Control efectivo, por parte de controladores que sean o no parte de la comunidad, que puedan exigir responsabilidades.
- Escala progresiva de sanciones para los usuarios que transgredan las reglas dela comunidad.
- Mecanismos de resolución de conflictos baratos y de fácil acceso
- Autogestión de la comunidad, reconocida por las autoridades de instancias superiores
- En el caso de grandes recursos comunes, organización en varios niveles; con pequeñas comunidades locales en el nivel de base.
Así es como se desmonta la denominada tragedia de los comunes, la teoría tradicional de los economistas que considera que mantener los recursos requiere de la intervención estatal o del interés privado individual dada la imposibilidad del ser humano de autogestionar los recursos de forma comunitaria. Los trabajos más recientes sobre el procomún enfatizan sobre la importancia de la interacción entre el ser humano y los sistemas ecológicos a través de la identificación de aquellos elementos que influyen en la autoorganización y en su relación con los recursos.
La teoría del procomún en el circuito Pangea
En este artículo, ya hablábamos de cómo eReuse se adaptaba a la teoría del procomún. eReuse es un ecosistema global de empresas y entidades sin ánimo de lucro que coopera en base a unos principios y estándares colectivizados. Se trata de una iniciativa que permite trazar ordenadores donados para asegurar su reciclaje final y que es la base del denominado circuito Pangea, un conjunto de entidades que vela para restaurar los ordenadores donados recirculándolos a ONG y colectivos vulnerabilizados.
eReuse, y el circuito Pangea, son iniciativas gobernadas de acuerdo a las reglas de la gestión comunitaria o del procomún. La comunidad puede comprender varios tipos de actores con roles, derechos y obligaciones; y con sus consiguientes conflictos e intereses. El conjunto de reglas configura una parrilla que permite analizar las interacciones sociales. Puedes conocer más sobre el sistema de gobernanza de eReuse y Pangea en este artículo de Opcions.